A simple vista no parece
ser tan simple, pero lo es.
Se la toma con los dos dedos
pulgar e índice preferentemente
y con un medido movimiento de antebrazo
uno logra dar vuelta la página
y encontrarse con una en blanco
dispuesta a recibir aquello
que está por ser escrito.
Si llegase a haber vacilación
más vale hacer caso omiso
que entregarse a la duda
ya que tarde o temprano
acabaría por hacernos
leer y releer aquello que,
impreso con tinta,
ya no puede borrarse.
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